Todos sabemos que en Internet no hay ningún secreto, que todo lo que hacemos en la red es analizado por las agencias de espionaje con propósitos poco claros y sin garantías legales. Pero el problema se agrava cuando las grandes empresas del sector obtienen tajada vendiendo nuestros datos. Parece increíble, pero Google puede sacarte del armario si no eres un experto en tecnología. Lo peor es que la empresa sabe de sobra que este tipo de cosas pasan, y no le importan, ya que gana dinero con ello.
Todos navegamos por Internet buscando los temas que nos interesan. Incluyendo las de temática gay, que a veces se miran desde una computadora compartida. Algún usuario que no sepa mucho de tecnología (es decir, el 99%) se sentirá seguro borrando el historial de navegación. Sin embargo, eso no será suficiente para ocultar su navegación.
Todos navegamos por Internet buscando los temas que nos interesan. Incluyendo las de temática gay, que a veces se miran desde una computadora compartida. Algún usuario que no sepa mucho de tecnología (es decir, el 99%) se sentirá seguro borrando el historial de navegación. Sin embargo, eso no será suficiente para ocultar su navegación.
Anuncios indiscretos
Google genera un perfil de nuestros gustos e intereses, en base a nuestras costumbres de navegación. Lo hace para mostrarnos anuncios más relevantes, y parece que todos salimos ganando: nosotros vemos publicidad de cosas que podemos querer comprar, y el anunciante consigue más ventas con la misma inversión.
El problema aparece cuando un anuncio puede revelar un secreto. Por ejemplo, si buscamos respecto a viajes a Disneylandia en Google, es posible que luego nuestros hijos vean banners relacionados. Si son listos, puede atar cabos enseguida.
Google genera un perfil de nuestros gustos e intereses, en base a nuestras costumbres de navegación. Lo hace para mostrarnos anuncios más relevantes, y parece que todos salimos ganando: nosotros vemos publicidad de cosas que podemos querer comprar, y el anunciante consigue más ventas con la misma inversión.
El problema aparece cuando un anuncio puede revelar un secreto. Por ejemplo, si buscamos respecto a viajes a Disneylandia en Google, es posible que luego nuestros hijos vean banners relacionados. Si son listos, puede atar cabos enseguida.
Ciertos temas son delicados
Lo cierto es que no resulta difícil entender que ciertos anuncios no se deberían segmentar. Navegando el otro día en Internet me encontré con una denuncia de un país en concreto: se trataba de una campaña del Ministerio de Sanidad de España para luchar contra las enfermedades que afectan al colectivo gay. Sin duda, un anuncio necesario, pero que se pueden insertar en lugares mucho más lógicos, como blogs o apps para esa comunidad.
En este caso, está claro que Google te puede sacar del armario. Si alguien usa tu computadora, podría pensar que esos anuncios aparecen al azar, pero un experto sabría que has buscado algo relacionado con el tema. Al final, podrías encontrarte en una situación delicada si no querías revelar esa información
Navegación privada
Al final, lo mejor es recurrir a la navegación privada si queremos ocultar cosas a los usuarios de nuestro PC, dado que a Google no se lo puede engañar. Está claro que, en su ansía por ganar dinero, la marca del buscador acepta y segmenta anuncios muy delicados.
Por si fuera poco, las categorías con las que Google etiqueta nuestros intereses no son nada claras, porque no hablan en ningún momento de este tipo de preferencias. Desde luego, un caso muy molesto, que demuestra lo grave que se ha vuelto el problema de la privacidad en Internet.
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